
Los gatos llegaron a Japón en el siglo VI , al mismo tiempo que el budismo, para proteger los textos sagrados del deterioro producido por los ratones. y allí fueron tan mimados por el pueblo, que se volvieron gordos y perezosos, de modo que llenos de la comida que recibían dejaron de cazar ratones y éstos proliferaron de un modo alarmante.
Entonces, según las tradiciones, los pobladores debieron pintar gatos en las paredes de sus casas para alejar a los roedores.
En el último año del siglo X el gato entró en la corte del emperador como un regalo recibido por el jóven heredero Ichijo, quien, como era una hembra, la llamo "Myobu no Otodo", que significa Camarera Real del Palacio Imperial. Esta gata poseía un rango especialísimo en la corte, ya que las camareras de palacio tenían encomendado su cuidado como una de sus actividades principales.
Así los gatos se volvieron cada vez mas respetados.

Ocho siglos después el emperador promulgó una ley que prohibió tanto el encarcelamiento como el comercio del animal; de modo que el gato pudo pasearse a su antojo por calles y campiñas de Japón dando lugar a curiosas leyendas como las del "nekomata" , un gato de habilidades sobrenaturales, un gato chamán cuyos poderes, según el mito, se originaban en el momento en que a un gato doméstico común se le bifurcaba la cola,
Pasados muchos siglos, en tiempos actuales, en pleno siglo XXI ,este amor del pueblo japonés por los gatos se exterioriza en los "Cafés de Gatos " son cafés donde es posible observar, acariciar y jugar con gatos. Los clientes pagan por el derecho a entrar, que suele ser por horas.
El primer Café de Gatos abrió en Osaka en el 2004. y en la actualidad existen 39 solo en Tokio; se cree que su prolifereación se debe a determinadas leyes que prohiben el tener estas mascotas en departamentos y ciertos complejos habitacionales
Los Cafés de Gatos deben obtener una licencia y cumplir con estrictos requerimientos y regulaciones de la Ley de Tratamiento y Protección de Animales.para asegurar la salud y el bienestar de los gatitos, asegurándose de que estos no sean molestados en exceso o reciban atención no deseada, como la de niños pequeños, o cuando están durmiendo.
Otra clara expresión del amor de los japoneses por los gatos en la sociedad contemporánea, lo vemos en la Isla de Tashirojima, la isla de los gatos felices, donde sus 100 habitantes rinden un particular culto a los miles de felinos de la isla, que son tratados como dioses.
Los pobladores de Tashirojima no solo los alimentan para atraer la fortuna a sus vidas, sino que velan por su comodidad.
Su fascinación por los gatos es tal que los consideran una especie de dioses. Por ello, han construido un santuario para rendirles culto, santuario cuya fachada imita la figura de un gato.
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